Hay muchas cosas que se puede decir de una madre, en especial de la madre huayana. Por ejemplo que se levanta a la 5.00 de la mañana y se va a la chacra a traer el pasto para dar de comer a los cuyes, a los conejos, aves y “huachitos” que se crían en casa. Luego preparar el desayuno y a vez hacer la limpieza de la casa con la “pichana”. Servirles el desayuno al esposo y a los niños, asearlos, cambiarlos y enviarlos al colegio, lavar los trastos, la ropa sucia y nuevamente a la chacra arreando los chanchitos, carneritos y otros para que se alimenten, cambiar de lugar a las reses o burros, o llevarlos al puquio a beber agua y retornarlos. Divisar a los animales que se encuentran en las colinas y cerros cercanos para que no se pierdan o hagan daño. Regresar a casa, no sin antes llevar pasto o leña, nunca con las manos vacías, preparar el almuerzo, hacer una que otra compra en la tienda, llegan los chicos del colegio y a almorzar, de nuevo lavar los trastos, lavar más ropa, lavar el pelado “llustu” y tenderlo. Así pasan ellas sus días, es el quehacer cotidiano de la madre huayana.
Llegada la época de la siembra, aparte de los quehaceres mencionados, se agrega el hecho de preparar los alimentos muy temprano, acompañar al esposo a la chacra y realizar juntamente los trabajos del campo, puede ser guiando a los bueyes mientras el esposo abre los surcos con el arado, echar la semilla o simplemente con la “racua” romper los trozos de tierra (tíca). También hay casos en que ellas se quedan cocinando y a la hora del almuerzo (12.00 en punto), llegar con la cantidad necesaria de las raciones para el esposo, los hijos y los peones (abundante sopa a base de “cuchipacaran” con trigo resbalado entre otros). Lo mismo sucede en la época del “deshierbo” y también en la época de la cosecha, en la que específicamente su tarea con “pichana” en mano es separar el grano de la paja y las piedritas.
Otra forma de vivencia de la madre huayana, es que
pasada la época de la siembra, el deshierbo y la cosecha, es decir en los meses
intermedios, en sus ratos libres se juntan entre dos o tres, en la cual comparten conversaciones y como dicen a “alahuarse”, hilan la lana de la oveja (putzcan),
cosen o simplemente limpian o escogen las semillas de los granos. Del mismo
modo, sentadas, a manera que van
hilando, vigilan los granos de trigo, cebada o maíz tendidos en el patio a secarse, de los daños
que podrían ocasionar las aves u otros animales.
Esa es la imagen de la madre huayana, de una madre
netamente campesina, luchadora, trabajadora, que nunca está ociosa, que en su
vida ha tenido hijos sabiendo que muy pronto partirán a otras ciudades a
buscarse la vida, a estudiar, a triunfar. Sean malos o buenos siempre serán sus
hijos, que al recordar les lloraran, pues algunos como se dice: “escaparon” en
la madrugada luego de una tunda por malcriado, para luego de años regresar ya jóvenes
y maduros, con otro semblante y con plata. De ello se sentirán orgullosas.
También es algo real, que algunas muy jóvenes salieron
de nuestro pueblo para trabajar en la capital, sufriendo condiciones
de discriminación, explotación y pobreza, en algunos
casos sin reconocimiento de ninguna
clase, tal vez sin paga por sus servicios. Esas mujeres que por años fueron "mucamas" o servidoras domésticas gratuitas de las grandes casas, algunas
triunfaron, formaron sus familias y se quedaron definitivamente en la capital,
algunas regresaron a su tierra querida, reinsertándose nuevamente en los
quehaceres cotidianos, dicen que la tierra te jala, por eso pensamos que llegada
cierta edad regresan a su tierra, para finalmente unirse a ella.
De todo lo antes señalado, podemos concluir que la madre
huayana es principalmente protagonista de un triple rol: una de ellas es el papel incuestionable en la reproducción de la familia, el otro es en la
producción agrícola y ganadera, y finalmente, cumple con los roles de educar a sus hijos y también los comunitarios,
pues es capaz inclusive de tener cargos de autoridad.
Los años no pasan en vano y parerecieran pasar más
lentamente, las hermosas arrugas en el rostro de la madre son el vivo reflejo
de las experiencias que ha vivido. Cuando
somos jóvenes muchas veces no sabemos apreciar el valor que realmente tiene la
madre, pero al pasar el tiempo nos vamos dando cuenta de lo mucho que la amamos,
mucho más de lo que creímos en nuestra juventud. No es algo de lo que nos damos
cuenta de un momento para otro, pero siempre llega el día en el que nos
percatamos que nuestra madre es lo más grande e importante que hay en nuestras vidas.
Si aún no eres madre, recuerda que muy posiblemente un día tú
misma lo serás también, llegará el día que entregues todo por tus hijos, y así
como quisieras que ellos lo aprecien y valoren, tu madre también lo merece.
FELIZ DÍA MADRE HUAYANA!!
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