Huayán pueblo que me vio nacer y a la que quiero mucho, pese a todo, mi pueblo en verdad es linda.
Corrían los años 1960 - 1965, a mis nueve o diez años de edad estudiaba en la Escuela Primaria de Varones N° 1706 de Huayán, cuyo Director era el malvasino Sr. Marcial Bravo, con buenos profesores, muy exigentes, gracias a ellos a cocachos aprendí a leer y escribir.
Mis padres me enseñaron diferenciar entre lo bueno y lo malo, a obedecer. Las malas palabras no se permitían en nuestra casa. Acudía al colegio puesto mis clásicos “llanques” de cuero duro de vaca que me hacían doler, cuando se mojaban o en épocas de lluvia se estiraban, a veces “kala chaqui” (descalzo). Se estudiaba mañana y tarde. La hora de ingreso lo anunciaba la campana con su característico sonido que se escuchaba hasta el último rincón del pueblo.
Las únicas distracciones eran las fiestas tradicionales, aparte de los juegos sanos que estaban marcadas por sus épocas.
Eran tiempos del famoso postillón, también se recibía el telegrama de un familiar, que en la mayoría de los casos decía: “enviar acémila, dos de carga uno de silla”. La noticia embargaba una inmensa alegría al familiar. El viaje desde Huarmey era en camión hasta el lugar llamado “Huayup”, de allí el viaje continuaba a lomo de burro o caballo.
El sol nos marcaba la hora y en épocas de intensa neblina el trébol. El amanecer lo anunciaban los cantos del gallo y del “pichichanca”. La gente estaba acostumbrada a la densa oscuridad, a legua reconocías a tu amigo o familiar ya sea por el poncho, sombrero o el caminar. La luna en el inmenso cielo azul y el lucero de la mañana eran nuestra luz. Las serenatas nocturnas con guitarra eran la forma de enamorar, se cantaba y escuchaba solo el huayno.
Cocinaban a pura leña y en olla de barro. Las comidas se servían en plato de "mate". El fiambre o "mírcapa" eran para largos caminos. El "quemish" o "añel" y otras frutas silvestres saciaban el hambre; también las habas crudas de las sementeras, la "ullma", la caña o "huiru". La cancha, "machca" o el "shacui" ya hostigaban. Se engordaban hasta no poder los chanchos o lechones para sacrificarlos para los ricos chicharrones, el "pucash", manteca, etc, etc, no se desperdiciaban ni las uñas, decían que era bueno para la gripe.
En épocas de sembrío y cosecha se trabajaba duro. Tenían la osadía de sembrar en los cerros, papas, cebada, etc., luego los cosechaban en abundancia.
Recuerdo de niño pensaba, quien podía y trabajaba más era la manera de competir. Hombres, mujeres y niños trabajaban, no había descanso; en verdad había abundancia y se comía bien.
Terminada la cosecha, ya por los meses de octubre, noviembre y diciembre, aparecían los “piques”. No se si tenía la mala o buena suerte, siempre se metían a mis pies, en honor a ello ahora uso como mi nombre de batalla “EL PIQUI CHAQUI”, ya que en nuestro pueblo de Huayán, hasta ahora, a las personas mayormente se les conoce mas por el apodo que por su nombre. Por eso mantengo en mi memoria a la gente de aquel entonces y que los sigo admirando pese que la mayoría ya descansan en paz, como son: Víctor Gargate, Otilio Castillo, “Dedi” Anaya, “Mishicho” Anaya, “Tegullo” Ramos (ccallua), “Shoshi” Ramos, Toribio Bojorquez, “Acucho” Castillo, “Tillu” Alva, Moisés Luna, “Olli” Manrique, Lucio Castillo, Eugenio Aguilar, “Gringo” Quiroz, Marcos Cristobal, “Eli” Luna, Lucio Luna, Andrian Huané, “Juandi” Huané, Donato Castillo, Quinciano Berrocal, “Iti” Berrocal, “Macshillo” Rodríguez, “Shishallo” Rodríguez, Eugenio Anaya (cañahuasho), “Yañash” Manrique, Donato Garzón, Joaquin Vergara, Cesar Vergara, Filiberto Vergara, Felipe Castillo, “Chisgo” Berrocal, Patricio Berrocal, Marino Orellana, “Gollgu” Mejía, Simon Paria, Víctor Aguilar, “Ellac” Aguilar, Crisanto Quiroz, Onofre Anaya, Todorico Braul, “Melon” Quiroz, Amador Cerna, “Llicollo”, Elegio Castillo, “Dishi” Quiroz, Venturo Anaya, Simón Méndez, Avencio Castillo, “Pancho” Gomero, “Shoshi” Amancio, Victor “Torcho, etc., etc..
Estoy seguro que dichos nombres les traerán muchos recuerdos. Son hombres que dejaron su juventud, sus fuerzas, sus huellas en los caminos y sus campos, y que nunca debemos olvidarlos. Sus palabras eran ley, reinaba el respeto mutuo, sus autoridades de carta cabal.
Estoy seguro que dichos nombres les traerán muchos recuerdos. Son hombres que dejaron su juventud, sus fuerzas, sus huellas en los caminos y sus campos, y que nunca debemos olvidarlos. Sus palabras eran ley, reinaba el respeto mutuo, sus autoridades de carta cabal.
Por ahora he mencionado a los que viven o vivían en barrio arriba, en mi próximo relato continuare con los de barrio abajo, si he olvidado ha alguien ruego agregar:
EL PIQUI CHAQUI – Huayano hasta las lagrimas.