Huayán pueblo que me vio nacer y a la que quiero mucho, pese a todo, mi pueblo en verdad es linda.

Mis padres me enseñaron diferenciar entre lo bueno y lo malo, a obedecer. Las malas palabras no se permitían en nuestra casa. Acudía al colegio puesto mis clásicos “llanques” de cuero duro de vaca que me hacían doler, cuando se mojaban o en épocas de lluvia se estiraban, a veces “kala chaqui” (descalzo). Se estudiaba mañana y tarde. La hora de ingreso lo anunciaba la campana con su característico sonido que se escuchaba hasta el último rincón del pueblo.
Las únicas distracciones eran las fiestas tradicionales, aparte de los juegos sanos que estaban marcadas por sus épocas.
Eran tiempos del famoso postillón, también se recibía el telegrama de un familiar, que en la mayoría de los casos decía: “enviar acémila, dos de carga uno de silla”. La noticia embargaba una inmensa alegría al familiar. El viaje desde Huarmey era en camión hasta el lugar llamado “Huayup”, de allí el viaje continuaba a lomo de burro o caballo.

Cocinaban a pura leña y en olla de barro. Las comidas se servían en plato de "mate". El fiambre o "mírcapa" eran para largos caminos. El "quemish" o "añel" y otras frutas silvestres saciaban el hambre; también las habas crudas de las sementeras, la "ullma", la caña o "huiru". La cancha, "machca" o el "shacui" ya hostigaban. Se engordaban hasta no poder los chanchos o lechones para sacrificarlos para los ricos chicharrones, el "pucash", manteca, etc, etc, no se desperdiciaban ni las uñas, decían que era bueno para la gripe.
En épocas de sembrío y cosecha se trabajaba duro. Tenían la osadía de sembrar en los cerros, papas, cebada, etc., luego los cosechaban en abundancia.
Recuerdo de niño pensaba, quien podía y trabajaba más era la manera de competir. Hombres, mujeres y niños trabajaban, no había descanso; en verdad había abundancia y se comía bien.

Estoy seguro que dichos nombres les traerán muchos recuerdos. Son hombres que dejaron su juventud, sus fuerzas, sus huellas en los caminos y sus campos, y que nunca debemos olvidarlos. Sus palabras eran ley, reinaba el respeto mutuo, sus autoridades de carta cabal.
Por ahora he mencionado a los que viven o vivían en barrio arriba, en mi próximo relato continuare con los de barrio abajo, si he olvidado ha alguien ruego agregar:
EL PIQUI CHAQUI – Huayano hasta las lagrimas.