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El cuento de "EL ACHQUEÉ"

Continuando con las tradiciones y costumbres de nuestro distrito de Huayán, de las narraciones escritas (antología) por nuestro paisano Aureliano Feriol Cristóbal Maguiña, en esta oportunidad hemos escogido el cuento titulado “El Achqueé”, cuya narración está tan arraigada en nuestra tierra (también en los pueblos vecinos), especialmente en la gente mayor (nuestros abuelos). Por tal razón, grandes y chicos, creen que “El Achqueé” es un ser maléfico que trata de mortificarles por todos  los medios, ya sea por la sequía o con lluvias muy abundantes que malogran las sementeras. De allí también han dado a llamar Achiqueé o familia del Achiqueé a las personas malas y avaras del lugar. Acá entregamos esta narración oral tradicional ya transcrita en idioma castellano (con pequeños pasajes en quechua). 
“EL ACHQUEÉ”

En un pueblo muy alejado vivía una viuda muy enferma con sus dos hijitos. El trabajo y los sufrimientos llevaron pronto a la tumba a la desdichada mujer,  quedando dos huerfanitos abandonados, sin techo ni pan. Un día que vagaban acosados por el hambre, vieron cruzar por el espacio un gorrión que llevaba en el pico una flor de la papa (producto muy codiciado y escaso en el lugar), inmediatamente se les vino la idea, que probablemente siguiendo al pájaro llegarían al lugar donde había papas, emprendiendo la marcha. En el pueblo también vivía “El Achqueé”, un vieja harapienta y muy mala, quien al saber que los niños iban en busca de papas, decidió matarlos y luego apoderarse de las papas. Con engaños los atrajo a su casa y se propuso matar primero al hermanito menor, para ello envió a la hermana traer agua con una canasta, y la niña no podía acarrear el agua, puesto que se derramaba. Aprovechando esta demora cogió al hermanito (que era un niño de corta edad) para darle muerte; pero como éste emprendiera a llorar, el llanto alertó a la hermana, quien regreso inmediatamente, entonces, al observar la intención de la vieja le lanzó una piedra para llamar su atención; en seguida cargó a su hermanito, se lo puso en la espalda cubriéndolo con la “lliclla” que tenia puesta, huyendo inmediatamente de la casa del “Achqueé”.

Estaba huyendo y se dio cuenta que la vieja los seguía, y ya cuando los iba a alcanzar llegaron junto a un gallinazo, la niña le dijo: "Tie wiscur, alasllequi rurincho paquecallame" (tío, gallinazo, escóndenos bajos tus alas) y éste los escondió. Entonces, llegó “El Achqueé” y le preguntó: ¿Tie wiscur guambrallacunata manaccu ricarckonqui? (Tío gallinazo, no has visto pasar mis hijos por aquí? El gallinazo en respuesta le da un aletazo en el rostro, bañándole en sangre. Mientras tanto, la niña aprovecha para huir y le agradece al “tio wiscur” diciéndole: “Tendrás buena vista y nunca te faltará comida". Se entiende que por esta la razón el gallinazo tiene una mirada tan penetrante y aguda, que descubre su presa aun desde grandes distancias.
Los niños seguían corriendo, y cuando nuevamente los iba alcanzar “El Achqueé”, se encontraron con un puma y le piden que los defienda de la bruja que los perseguía y éste acepta. Llega “El Achqueé” y pregunta a la fiera si había visto a los niños, el puma le da un tremendo zarpazo que la arroja al suelo. La niña le agradece diciéndole: “Tío puma, serás el más valiente de los animales”.
Continúan la marcha, siempre perseguidos por “El Achqueé”, siendo protegidos por otros animales, a los cuales en agradecimiento les conceden ciertas cualidades, las que poseen hasta ahora.

Por último, llegan donde el “Añas” (zorrillo) y también le piden ayuda, mas éste los rechaza; entonces, la huerfanita enojada le dice al “añas”, que tendría un olor repugnante y sería atrapado fácilmente por los cazadores; es por ello que los zorrillos tienen ese olor tan desagradable.
Continuando con su recorrido, los niños llegaron a una pampa donde había abundante vegetación, pero ningún lugar seguro para esconderse de su perseguidora. Entonces, se arrodillan y piden al cielo que los ayude. El todopoderoso se apiada de ellos y les tira una cuerda. Los niños suben por la cuerda y llegan al lugar buscado, que era una chacra de papas, donde los huérfanos de la leyenda son muy felices hasta ahora.
En cuanto a “El Achqueé”, llega también a la pampa y, al ver que los niños subían por la cuerda, exclama: “Taita Dios, haz que suba yo también". Y nuestro señor le tira una cuerda vieja y un ratoncillo para que le vaya comiendo. “La chakuas” (vieja) comienza el ascenso, y al sentir que el pericote está royendo la cuerda le dice: “Mavaleck trompa, imaccta huascata meccurcuncki” (hoye trompudo inutil, por qué te comes mi soga).Este le contesta: “Infadamechu chakuas, nockacca rupa simitata kachkacu" (No me fastidies vieja, yo estoy comiendo mi simita quemada).Y sigue royendo la soga. “El Achqueé” al ver que se va a caer, pide a Dios que caiga solamente en la pampa para no hacerse daño: "Pampallaman, pampallaman, pampallaman" exclamaba. Pero al ver que va a caer sobre una roca, lanza una maldición: "Cuerpu ramaccatsun, tullucuna yanackarashun allpacho, y yahuamicka plantacunata ckoracunnata seckacshitsun” ( que mi cuerpo se desparrame, que mis huesos se incrusten en la tierra y mi sangre seque las plantas y hierbas).

Desde ese momento aparecieron los andes. La leyenda cuenta que los cerros se formaron con los huesos de “El Achqueé”, porque hay rocas horrorosas que recuerdan el repugnante gesto maldiciente de la bruja al caer. El eco que se oye cuando se grita es la voz de “El Achqueé” que nos remeda. Y cuentan también que su sangre salpicó los valles de la costa y las faldas de ciertos cerros, haciéndolas desde entonces áridos, apareciendo así los interminables arenales de la costa.
En las noches de luna, en las estancias de “pacchacancha”, "wamanwillca", “shallahuanca”, Hichó", “yanaranra”, y en todo lugar, las(os) abuelitas(os) de Huayán lo contaban constantemente. 

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